La primera edición del Grand Tour Marruecos ha superado todas las expectativas del Dr. Gasari. Durante 8 días y 8 etapas, más de 20 gasaris y 11 deportivos han recorrido gran parte del país africano por carretera, conociendo lugares increíbles, disfrutando de carreteras espectaculares, paisajes inolvidables y creando momentos únicos en la memoria de los Gasaris.
Etapa 1, un ferry, un poco de marisco y un poco de tráfico en Rabat
Amanecía en el puerto de Algeciras y empezábamos a ponernos cara entre los Gasaris, muchos nuevos futuros amigos, otros, viejos conocidos del Dr, pero todos con la misma ilusión por arrancar la aventura. Tras abandonar la costa española y poner rumbo a Marruecos, los participantes empezábamos a conocernos en la cola del control de pasaportes. Venían Gasaris desde Tarragona, de Madrid, incluso de Tenerife.

Un par de controles y un escáner después, pisábamos ya territorio marroquí rumbo al primer destino, Asilah, donde una rica comida de pescado y marisco en Casa García nos esperaba. No sin antes, un poco de aventura tras salir del peaje por donde no tocaba, las cosas de google maps, los Gasaris se enfrentaron a un cruce de caminos al más puro estilo de allí, pero superaron la prueba con creces y todo el mundo se sentó a comer con las gambas aún calientes.

Tras la copiosa y larga comida debíamos poner rumbo a la capital del país, Rabat, una ciudad grande pero no muy congestionada por donde debíamos cruzar, sin embargo, una visita inesperada del rey del país la convirtió en la segunda prueba de fuego del día. Mi Nissan 350Z, coche líder de las rutas, pronto se vio solo escoltando a un 911 993 entre el tráfico de Rabat. El conductor del deportivo alemán no flaqueó en ninguna loca rotonda ni ningún cruce y nos siguió con pericia hasta la meta, el Hotel Marriott, donde varios Gasaris ya habían llegado en ruta más directa. Su trepidante persecución tuvo una recompensa inesperada al día siguiente.
Etapa 2, Marrakech, su zoco y la danza del vientre nos aguardan
La jornada arrancó con la visita a un monumento imperdible en la capital, la Kasbah de los Oudayas, una ciudad amurallada a orillas del mar, poblada por blancas casas y calles anárquicas, que crean estampas únicas de ciudad antigua y rincones bellos siguiendo la fisionomía de la urbe.
Pero sin duda la estampa única la creamos gracias a los intrépidos Gasaris. Con mucha celeridad y un poco de suerte, logramos ubicar el bonito Alpine A110 GTS de color Azul Paon junto al 911 993 frente al gran pórtico árabe que presidía la pequeña plaza nada más entrar a la Kasbah, una imagen evocadora que combinaba la espectacularidad de los deportivos con el estilo clásico y árabe de la ciudad, y que de pasó sorprendió a los turistas que acababan de desembarcar de su autobús, y claro está, a sus guías, que no simpatizaron mucho con la idea, pero que permitieron amablemente tomar la instantánea.

Con celeridad y alegría abandonamos la capital para poner rumbo a la ciudad mágica de Marrakech, donde llegamos para comer tras unas horas de conducción y la primera multa de velocidad a un Gasari. No diremos a cuanto, pero en España, habría perdido unos pocos puntos del carnet. Ventajas del país vecino…
En Marrakech los Gasaris vivieron de lleno el bullicio de una gran ciudad de aquí, con mil motos atravesando los bancos de coches como si fueran tiburones en busca de carnaza, mercados por doquier, vendedores a discreción y contrastes de coches de lujo y Mercedes de los 80 con más kilómetros que el tren de la fresa.
Por suerte pronto escapamos del tráfico a nuestro remanso de paz, el Hotel Casa Abracadabra a las fueras, un oasis de jardines, casitas de barro modernizadas, piscina y parking privado, donde reponer fuerzas y descansar antes de adentrarnos de nuevo en la ciudad.
Pero esta vez lo hicimos en autobús, porque nos adentramos a explorar la medina, su zoco y vivir un poco el ambiente. Sorteando «encantadores» de serpiente en la Plaza Jamma El-FNA uno podía adentrarse en el zoco de tiendas, esquivando de vez en cuando motoristas locales, si, también en las calles del zoco, y descubriendo todo tipo de prendas, baratijas, objetos de decoración e imitaciones y réplicas de artículos inimaginables.
Sin Rolex de 100 euros pero con la experiencia intensa de haber recorrido todos sus rincones, pusimos rumbo al lugar de la cena, uno de esos restaurantes con magia y rica comida.
Etapa 3, un puerto de montaña disfrutón hasta la Kasbah de el Glaoui
El tercer día fue el primero de pura aventura adentrándonos al Atlas. Tras salir de la gran ciudad, y después de fragmentar al grupo en un pueblo atestado de gente y de tráfico debido a un puente hundido aún en obras, los 11 deportivos ponían rumbo a la conducción pura.


La subida al Tizin Tichka fue una experiencia apoteósica para los Gasaris, pues tras dos días de autopista inevitables, tocaba dar rienda suelta en este espectacular puerto de montaña, con buen asfalto, poco tráfico y hasta doble carril de subida para dejar atrás el estrés, los todoterrenos de turistas y cualquier problema, pues ahora solo se podía conducir subiendo y subiendo metros hasta coronar en los 2.260 metros del puerto.

La siguiente parada era Telouet, fuera de la carretera principal al siguiente destino, pero accesible por otra carretera igualmente divertida. Allí tras la comida, escondida entre las casas de ladrillo, estaba la majestuosa y algo ruinosa Kasbah de El Glaoui, la fortificación del que en el siglo XIX fuera uno de los personajes más poderosos e influyentes de Marruecos. Sus paredes de barro y muros de piedra agitados por el terremoto que sufrió el país hace dos años daban paso a salas decoradas con ricos retablos, dibujos infinitos tallados en sus paredes y techos hipnotizantes, recordando a algunos incluso a nuestra majestuosa Alhambra.

La siguiente ruta fue puro disfrute visual, pues la carretera estrecha en muchos puntos no permitía da rienda suelta a los 395 CV del 911 Carrera T 992 que nos acompañaba, o los 315 CV del Boxster S descapotado. A cambio, el paisaje se tornaba salvaje surcando el borde del valle, con pueblos de barro, kasbash derruidas, mezquitas sobresalientes y abruptos desfiladeros cautivando la mirada de copilotos y en los momentos más lentos, pilotos, que con mucho atino seguían el ritmo del coche líder para disfrutar de las vistas sin peligro.



La pausa en el camino fue el mirador de Ait Ben Haddou, escenario de escenas de películas como Gladiator, 007, Lawrence de Arabia y muchas otras. Y no es casualidad, nos adentrábamos en unos minutos en la ciudad del cine por excelencia en Marruecos, Ouarzazate, donde hay varios estudios de cine locales y decorados que sirven para numerosas producciones internacionales. Alejados de los focos y el cartón piedra los Gasaris descansaron del primer día de aventura de verdad.
Etapa 4, rumbo al desierto para cambiar de montura
De la montaña poníamos rumbo al sur, muy al sur, con una primera parte de buenas carreteras hasta llegar a un mirador de esos que te cautivan, el del palmeral del Valle del Draa, el palmeral más largo del mundo con 200km de longitud.

Al otro lado a lo lejos estaba otro destino de la ruta, la Kasbah de Tamnougalt, otro lugar que nos transportó al Marruecos primigenio, muy bien conservado y donde aún vivían 40 familias manteniendo y conservando la fortificación y las viviendas. Sin duda la imagen de los deportivos atravesando el palmeral y circulando junto a él fue la estampa del día.



De ahí tocaba comer, y para ello fuimos hasta la puerta del desierto, Zagora, no sin antes sufrir las estratagemas de los lugareños. Si un alegre paisano se te acerca en moto y te empieza a hablar por la ventanilla, dudo que quiera comentar las bondades del seis cilindros boxer de tu 911, más bien, este quería llevarse a los Gasaris hasta su taller, no porque la suspensión neumática del SL 500 fallara, o porque le pasara algo a la capota del CLK 430, sino porque querían inmortalizar a todos esos poco habituales deportivos en la puerta de su taller.
Pasada la aventura por callejones desconocidos y habiendo conseguido los amigos del taller Iriki su foto y vídeo, llegamos al lugar de la comida para saborear los mejores pinchos del país en el Hotel Restaurante Siroco.

Desde ahí y tras dos horas rumbo aún más al sur llegamos al final de las carreteras del país prácticamente, a Mhamid, donde nos bajamos de nuestros deportivos para una pequeña excursión por las dunas, pero en camello.
Sin V6 ni V8 de por medio los Gasaris se dejaron llevar por los amos de los camellos y sus monturas cuadrúpedas, algunas más protestonas que otras, pero dejando una bonita imagen con el sol cayendo mientras paseábamos por la arena, con las siluetas de los camellos y sus pasajeros dibujadas sobre las dunas, recordando a esos tres personajes que suelen visitar medio mundo a principios de año.

Etapa 5, verde que te quiero cerámica
Si han visto la película de Demi Moore y Patrick Swayze, sabrán como se hace a mano la cerámica, pero pocas veces se puede ver el proceso en todas sus fases en vivo y en directo como en Tamegroute. Allí pudimos conocer este oficio milenario y saber por qué su cerámica famosa es verde. Eso pueden buscarlo en internet o preguntar a los Gasaris.

Después de vaciar media tienda de cerámica, pusimos rumbo al norte de nuevo, hasta Boulmane Dades, la ciudad más importante del Valle. La travesía incluía grandes rectas en valles solitarios, atravesar pueblos diminutos, sortear algún control policial leve, y hacer pit-stop para comer en Nkob, el pueblo de las 40 kasbash.
El momento clave del día fue subir otro puerto de montaña, de esos que son difíciles de encontrar, con buen asfalto, sin tráfico, vistas desafiantes y abrumadoras, la cola de deportivos subiendo era una estampa mágica a medida que cruzábamos el Jbel Saghro.

Tras la dosis de curvas justa y necesaria, sufrimiento a 10 km/h por culpa de unas obras infinitas. Les encanta levantar todo para mejorarlo, pero en vez de ir por fases, arrasan con toda la carretera de golpe. El polvo se mecía sobre las caderas del 370 Z cabrio y las aristas del SL 500, pero todos avanzábamos sin cesar hasta el hotel, donde el spa y la piscina nos harían olvidar los 10 km de carretera de tierra. Cosas de Marruecos.
Etapa 6, etapa reina entre gargantas y hasta ríos…
Al día siguiente los Gasaris eran avisados, tocaba etapa reina de conducción y aventura, más de 7 horas de ruta atravesando varias gargantas. Lo que no sabían, es que atravesarían más cosas.
Sin duda era el día más paisajístico y memorable a nivel visual, comenzando por la parada en el mirador de los dedos de mono, para seguir por el barranco hasta subir la famosa serpiente del Dades, una sucesión de curvas que ascendía montaña arriba para llevarnos hasta las gargantas del Dades, más tranquilas que la siguiente parada, las del Todra. Allí los autocares circulan entre coches repletos de turistas, pero merecía la pena el desvío para que los Gasaris pudieran transitar con su deportivo el camino adoquinado entre majestuosas montañas.




Un camino de rosas si se comparaba con lo que deparaba la tarde. Tras la comida en mitad de la nada, pero en un hotel, seguíamos el camino entre montañas para poder atravesar las gargantas de Amelagou y de ahí salir al desierto de nuevo. Entre valles sin cobertura y montañas escarpadas de pronto llegaba un Whatsapp de un participante que había decidido salir antes de la comida para ir con más calma. Alertaba de un vadeo de agua en un paso de río…
Y no mentía, en 20 minutos nos topábamos con un paso cubierto por el agua. En Marruecos en muchas zonas la carretera sigue la orografía del terreno, lo que significa, que si hay un río, el asfalto se hundirá formando un badén, que en este caso, era acuático. Dar la vuelta era deshacer un camino muy largo, pero aquel Gasari que nos alertó había cruzado, así que el grupo también podía. Efectivamente, con cuidado y por un lado, uno tras otro, todos los coches cruzaron, lo que se convertiría en una anécdota para siempre y un recuerdo único que solo tiene lugar en el Grand Tour Marruecos.



La noche cayó antes de alcanzar la meta del día, el hotel Xaluca Erfoud, campamento Gasari para las dos próximas noches en el desierto.
Etapa 7, y el séptimo día, los Gasaris descansaron
Después de tantas horas de conducción, el Grand Tour hacía una pausa en la zona del desierto, permitiendo a los Gasaris conocer el mercado de Rissani por la mañana, para reponer las especias de la casa.

Después, diversión en las dunas, nos adentramos con los buggys en las dunas de Merzouga, donde pudimos de disfrutar de conducir en la arena, una experiencia inmersiva, rodeados de arena, solos, subiendo y bajando dunas uno detrás de otro.
Tras reponer fuerzas con una buena butifarra, si, todo se puede conseguir en Marruecos, nos hicimos la foto de familia con todos los deportivos con la gran duna de Erg Chebbi como testigo, y volvimos al hotel para descansar del todo.

Etapa 8, broche final entre cedros
El Grand Tour Marruecos se acercaba a su final con esa última etapa, cuatro horas de conducción hasta Aguelmame Sidi Ali, un lago ubicado en la falda de un antiguo volcán, rodeado de bosques de cedros, y ahora acompañado por el espectacular Hotel Spa Xaluca Aguelmame, un lugar impresionante construido en piedra y madera, con todo su interior forrado de madera de cedro.

La ruta tuvo lugar por el mirador del Valle del Ziz, cruzando ciudades y llegando hasta los bosques de cedros habitados por los monos, hasta coronar en la carretera junto al lago, la meta final, evocando a aquel lago rosa que los participantes del Dakar veían cuando llegaban al final.

Los Gasaris habían llegado a su lago rosa, a su final de un viaje de 2.500 km por las carreteras de Marruecos, atravesando ciudades, pueblos, junto a la costa, por desfiladeros, gargantas, valles, entre dunas, tocando desiertos, cruzando el atlas… habían completado una aventura casi inimaginable hace unos meses, pero ahí estaban todos los deportivos y los Gasaris, celebrando la experiencia.

Sin duda, el Dr. Gasari quiere dar las gracias a todos por la hazaña, pues adentrarse en el país con sus deportivos era casi un acto de fe en la ruta y el viaje trazado por sus ayudantes, que con el disfrute, la aventura y la convivencia en mente lo habían diseñado. Desde el primer día el grupo variado y diverso se mezcló rápidamente, compartiendo la pasión por viajar y disfrutar, tanto de los lugares que conocían como de los coches que conducían, y esa pasión contagiosa creó buen ambiente y amistad entre todos ellos. Los nuevos Gasaris ya lo son para siempre y aunque el Grand Tour Marruecos acaba aquí, el Grand Tour seguirá en nuevas latitudes.






















































