El 30 de septiembre de 1955, el actor estadounidense James Dean perdió la vida a bordo de un Porsche 550 Spyder con tan solo 24 años, convirtiéndose en la primera estrella de Hollywood que murió de forma trágica. No solo eso, también pasó a formar parte de una larga lista de jóvenes promesas que fallecieron de forma traumática al comienzo de su fama, como Amy Winehouse o Kurt Cobain.
Pero si hablamos de maldición es porque esta historia no se acaba aquí. El coche que le arrebató la vida al hollywoodiense provocó graves daños a todos los que se relacionaron con alguna de sus piezas de desguace.
El joven Dean fue un ídolo de masas que consiguió el estrellato con tan solo tres películas: «Al este del Edén», «Rebelde sin causa» y «Gigante» (las dos últimas estrenadas tras su muerte).
Al actor siempre le gustó llevar una vida llena de desenfreno, pasión y velocidad, pues pronto manifestó su amor por las carreras de coches, así que decidió participar en una prueba californiana en Paso de Robles, la cual correría con un Lotus Mk. X, pero la entrega de este coche se retrasó, obligándole a buscar otra alternativa para poder competir.
El Porsche 550 Spyder no fue la primera opción
Es aquí donde aparece el Porsche 550 Spyder, que su íntimo amigo George Barris, el creador del primer Batmóvil, le incitó a comprar. De hecho, tan sólo se fabricaron 90 unidades de este lujoso coche.
Desde luego, parecía que el coche hubiera elegido en este caso a su dueño, quizá fue una cuestión de destino.
El Spyder de Dean fue preparado por el mismo Barris para poder participar en la carrera. Se lo personalizó, dejándole con un acabado en gris metálico y grabándole el número 130 en sus puertas, además de añadir un par de líneas rojas en su parte trasera.
Hasta este momento, el joven, apasionado del fabricante alemán, ya había disfrutado del primer modelo producido en serie por la marca al comprar un 356 Speedster, quedando encantado con la sensación de llevar un Porsche descapotado.
El modelo 356 apareció en 1948, aunque la versión Speedster nació un poco más tarde, en 1954, con el fin de enamorar al cliente norteamericano. Al instante se convirtió en un éxito, sobre todo en California.
Aunque fue una preciada posesión del actor, Dean decidió pasar al 550 Spyder, que utilizaba de base al Speedster, pero a diferencia de este, el Spyder había sido creado específicamente para la competición y se presentó en el Salón del Automóvil de París en 1953.
Este pequeño biplaza de cambio manual de cuatro velocidades y propulsión trasera con 110 CV estaba fabricado en un chasis de aluminio ligero, lo que le permitía alcanzar los 240 km/h, así que parecía una buena opción para competir.
Tras probarlo el 21 de septiembre de 1955, y dado su comportamiento nervioso, Dean le apodó como «Little Bastard».
Dicen que una semana antes del accidente, se encontró en un bar de carretera con el actor británico Alec Guinness -quien interpretaría a Obi-Wan Kenobi en la Guerra de las Galaxias en 1977- y le dijo que aquel coche le parecía algo siniestro; le advirtió de que no debería conducirlo o acabaría muerto en una semana, pues al ser de aluminio el sol reflejaría en él y le haría menos visible al resto de conductores, además de recordarle la inherente peligrosidad de un vehículo tan potente y ligero a la vez (todo esto se cumpliría al pie de la letra).
Tampoco Grace Kelly ni Ursula Andress querían subirse al vehículo, e incluso Eartha Kitt dijo notar algo oscuro en aquel pequeño coche.
Pese a todas estas advertencias, nadie consiguió disuadirlo de pilotar al «Little Bastard».
Pero, ¿qué ocurrió exactamente?
El 30 de septiembre, y una semana después del encuentro con Guinness, Dean se montaba a una ranchera junto a su amigo Bill Hickman donde llevaban subido el biplaza en el remolque.
También iba acompañado por su mecánico Rolf Wuetherich y su fotógrafo Sandford Roth, quien le hizo la última fotografía de su vida.
Se dirigían rumbo a Paso de Robles para poder participar en la carrera de coches, pero al atractivo e irreverente del joven actor le pudo la impaciencia, así que se puso al volante del «Little Bastard» y Rolf se subió con él.
En medio del camino y a una alegre velocidad fue parado por un policía, que no le multó por el hecho de ser quien era, pero le advirtió de la peligrosidad de los excesos de velocidad, dado que circulaba a 105 km/h en una zona delimitada a 89 km/h (y aunque en la actualidad no haya mucha diferencia entre estas cifras, antes los coches eran muy veloces pero poco seguros, así que si se producía un accidente a 100km/ h, sería mortal).
Fortuna, belleza, fama… James Dean lo tenía todo y se había vuelto bastante impertinente y consentido, por lo que siguió a todo trapo por la ruta 41, cuando al llegar al cruce con la 466 impactó a una velocidad de 135 km/h con el Ford Custom Tudor que conducía un marine de 23 años llamado Donald Turnupseed; tras chocar, el biplaza donde iban los dos amigos se estampó contra un poste de la carretera.
Rolf Wuetherich salió despedido del Spyder y sufrió varias lesiones sin mucha gravedad, el conductor Ford tan solo tuvo contusiones pero Dean murió en la ambulancia camino del hospital. De esta forma, el trágico suceso se convertiría sólo en el primer incidente de muchos otros.
Tanto Dean como Rolf no tenían puesto el cinturón de seguridad.
- ¿Queréis saber la mayor ironía de todas?
No sabemos si por el afán de quedar bien con sus fans o por una mera cuestión de marketing, pero el 17 de septiembre, y a tan solo trece días del accidente en el que se mataría por llevar un importante exceso de velocidad, James Dean hacía una entrevista en la que hablaba de lo peligroso de correr en las carreteras y aconsejaba a sus espectadores (hipócritamente) no cometer esa imprudencia.
«Soy muy cauteloso en la carretera y no tengo ganas de acelerar en la calle. La gente dice que la velocidad es muy peligrosa y si tuviera que dar un consejo a los jóvenes que nos están viendo, les diría que conduzcan con calma y que cuiden de su vida, porque podría perder yo la mía».
James Dean en una entrevista el 17 de septiembre de 1955
El «pequeño bastardo» se cobró más vidas
Los restos del Porsche fueron llevados al taller del propio George Barris en grúa, y según cuenta la leyenda, al llegar se rompieron las cuerdas que lo sujetaban, provocando que cayera sobre uno de sus mecánicos fracturándole ambas piernas en el acto.
Tras este grave accidente, y asustado por el mismo, Barris, que quería restaurarlo, decidió venderlo por piezas para librarse de él.
El motor lo adquirió el médico Troy McHenry, quien lo puso en su Porsche, y el chasis acabó en manos de otro doctor llamado William Eschrid, quien también lo equipó en el suyo. Ambos participaron el 21 de octubre de 1956 en una carrera donde Troy se mató tras chocar contra un árbol y William quedó gravemente herido tras salirse en una curva del circuito.
Las ruedas se las llevó un neoyorquino, a quien le reventaron dos a la vez -de una forma muy extraña- provocando que el coche volcase en una cuneta y el conductor se quedará un tiempo en coma.
Aunque no solo se vieron afectados aquellos que se suministraron de piezas para sus coches. Un tranquilo día, mientras el coche estaba en el garaje de Barris (Fresno), un ladrón pretendía robar el volante del deportivo alemán, pero acabó con un brazo amputado tras intentar desmontar el coche sin éxito.
Barris no daba crédito a todo lo que estaba pasando, y agotado de tantas desgracias, decidió aceptar una propuesta de la policía de tráfico de California para una exponer los restos del vehículo de forma ambulante, como una campaña de concienciación sobre las consecuencias de los excesos de velocidad al volante.
Pero mientras el coche esperaba a ser recogido, el garaje de Barris sufrió un grave incendio en el que sólo quedó uno de sus automóviles intacto por el fuego, el «Little Bastard» del difunto James Dean.
Poco después, continuando con la campaña, se expuso en un instituto de Sacramento, donde el Spyder se desplomó de forma inesperada de su pedestal, rompiéndole la cadera a un estudiante.
En 1958 fallaron los frenos al biplaza, provocando se precipitara contra otro vehículo aparcado y al año siguiente, en una exposición de Nueva York, el coche cayó de nuevo, rompiéndose en 11 pedazos exactos.
En 1960, Barris estaba alertado por la continuada situación y pensó que lo mejor era recuperar el vehículo para mantenerlo apartado del mundo y que así no pudiera provocar más infortunios, por lo que contrató a una agencia de transporte para devolverlo a sus instalaciones. Aquí llega lo más sospechoso, el Spyder nunca volvió a sus manos, había desaparecido misteriosamente en el trayecto y nadie sabía nada de él; pasó a estar en paradero desconocido.
El «pequeño bastardo» dejó a su paso cadáveres, lesiones y terror. No sabemos si esta leyenda es cierta o no, pero desde luego, despertó la curiosidad de muchos escépticos. Muchos fueron los que investigan qué pasó con las piezas del Spyder maldito, y algunos de ellos dicen que sus restos acabaron en poder de un miembro de la familia del fallecido actor, aunque esto sigue sin ser demostrado.
Lo último que se supo de los restos del coche, es que se localizó una de las puertas justo cuando se llevaba a cabo un acto que conmemoraba los 50 años de la muerte de James Dean, y cuentan que existe una pieza en el Historic Auto Attraction Museum (Illinois, EEUU) pero está guardada de forma tan preciada y secreta como la muñeca Annabelle, deseando que no cause más estragos en la carretera.
Hoy día, el lugar donde se produjo la mortal colisión se conoce como James Dean Memorial Junction, algo así como una intersección en homenaje a James Dean.
Además queridos Gasaris, si os puede el morbo por esta historia, tengo una buena noticia para vosotros, y es que uno de los accidentes que se reproducen en la polémica película «Crash», dirigida en 1996 por David Cronenberg, es precisamente el de nuestro protagonista y su biplaza maldito, aquí arriba os dejamos la escena.
*Crash es una película del género thriller psicológico, está basada en la novela homónima del escritor James Graham Ballard, escrita en 1973. Su estreno causó una notable controversia por tratar sobre un grupo de personas que experimentan sinforofilia, una excitación sexual con los accidentes de coches.